febrero 28, 2018

Extractos del artículo periodístico que ha conmocionado al mundo cultural en los Estados Unidos.

Estamos pagando el precio del colapso de la cultura burguesa del país.

Por: Amy Wax y Larry Alexander. **
Extractos del artículo *
“Muy pocos estadounidenses están calificados para los trabajos disponibles. La participación masculina en edad laboral en la fuerza de trabajo total de nuestro país se encuentra en mínimos desde la época de la Gran Depresión. El abuso de opioides está generalizado. La violencia homicida afecta a las ciudades del interior. Casi la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio, y aún más son criados por madres solteras. Muchos estudiantes universitarios carecen de las habilidades básicas, y los estudiantes de secundaria están por debajo de los de dos docenas de otros países. Las causas de estos fenómenos son múltiples y complejas, pero está implicada en esta y otras enfermedades la ruptura de la cultura burguesa del país”.
“La cultura burguesa estableció un guion que se suponía que todos debíamos seguir: casarse antes de tener hijos y esforzarse por permanecer casados por el bien de los niños. Obtener la educación necesaria para conseguir un empleo remunerado, trabajar duro y evitar la inactividad. Hacer un esfuerzo adicional para la empresa o los clientes. Ser patriotas, estar listos para servir al país. Ser amables, cívicos y caritativos. Evitar el lenguaje grosero en público. Ser respetuoso de la autoridad. Evitar el abuso de drogas y alejarse del crimen”.
“Estos preceptos culturales básicos reinaron desde finales de los años cuarenta hasta mediados de los sesenta. Podían ser seguidos por personas de todos los orígenes y habilidades, especialmente cuando están respaldados por un apoyo casi universal. La adherencia generalizada a esos principios contribuyó de una forma importante a la productividad, las ganancias educativas y la cohesión social de ese período”.
“¿Todo fue perfecto durante el período de la hegemonía cultural burguesa? Por supuesto que no. Hubo discriminación racial, roles sexuales limitados y bolsas de antisemitismo. Sin embargo, las mejoras constantes para las mujeres y las minorías estaban en marcha (…) Desterrar la discriminación y ampliar las oportunidades no requiere la desaparición de la cultura burguesa. Todo lo contrario: la pérdida de los hábitos burgueses impidió seriamente el progreso de los grupos sociales más desfavorecidos. Esa tendencia también aceleró las consecuencias destructivas del crecimiento del Estado de bienestar, que, al hacerse cargo del apoyo financiero de las familias, redujo la necesidad de dos padres. Una fuerte norma a favor del matrimonio podría haber mitigado este efecto. En cambio, el número de padres solteros creció astronómicamente, produciendo niños más propensos al Amy Wax y Larry Alexander. “Este paradigma cultural comenzó a romperse a finales de la década de los sesenta. Se produjo una importante combinación de factores – la prosperidad económica, la píldora, la expansión de la educación superior y las dudas en torno a la guerra de Vietnam- que alentaron un ideal antiautoritario, adolescente y de realización de deseos: sexo, drogas y rock and roll, algo que era indigno e impracticable para una sociedad adulta madura y próspera. Así se produjo en esta era el comienzo de una política de identidad que convirtió las aspiraciones de los líderes de los derechos civiles, como el reverendo Martin Luther King Jr., en obsesiones sobre la raza, la etnia, el género y, en estos momentos, por la preferencia sexual”.
“Y aquellos adultos con influencia sobre la cultura, por una variedad de razones, abandonaron su papel como defensores de la respetabilidad, la cortesía y los valores. Como consecuencia de esto, la contracultura avanzó mucho, particularmente entre los escritores, artistas, actores y periodistas, que disfrutaban de la liberación de las limitaciones convencionales, convertían a Estados Unidos en una condena y consiguieron que revisar los crímenes del país fuera un marcador de clase de virtud y sofisticación”.
“Todas las culturas no son iguales. O al menos no son iguales en la preparación de las personas para ser productivas en una economía avanzada. La cultura de los indios de las llanuras se diseñó para los cazadores nómadas, pero no es adecuada para un país del primer mundo, del siglo XXI. Tampoco son adecuados los hábitos monoparentales y antisociales que prevalecen entre algunos blancos de clase trabajadora; la cultura del rap “anti-blancos” de los negros del centro de las ciudades; las ideas anti-asimilación ganan terreno entre algunos inmigrantes hispanos. Estas orientaciones culturales no solo son incompatibles con lo que requiere una economía de libre mercado avanzada y una democracia viable, sino que también son destructivas para la solidaridad y reciprocidad entre los estadounidenses. Si el guion cultural burgués – que la clase media-alta todavía sigue en gran medida, aunque vacila en predicarlo – no puede ser ampliamente restablecido, es muy probable que las cosas empeoren para todos nosotros”.
“¿La reincorporación de las normas burguesas por parte de los estadounidenses comunes y corrientes que los abandonaron reduciría significativamente las patologías de la sociedad? Hay muchas razones para creerlo. Entre aquellos que actualmente siguen los viejos preceptos, independientemente de su nivel de educación o afluencia, la tasa de homicidios es pequeña, la adicción a los opiáceos es rara y las tasas de pobreza son bajas. Aquellos que viven según las simples reglas que la mayoría de la gente solía aceptar, pueden no terminar siendo ricos o tener trabajos de elite, pero sus vidas irán mejor o mucho mejor de lo que lo hacen ahora. Todas las escuelas y vecindarios serían mucho más seguros y agradables. Más estudiantes de todos los ámbitos de la vida serían educados para el empleo constructivo y la participación democrática”.
“Pero restaurar la hegemonía de la cultura burguesa requerirá que los árbitros de la cultura -los académicos, los medios y Hollywood- renuncien a las polémicas de agravios multiculturales y a su pretensión de defender a los oprimidos. En lugar de atacar la cultura burguesa, deberían volver a la postura de su celebración, como sucedía en la década de 1950”.
Para leer el artículo completo en Ingles:

 *El artículo periodístico que ha conmocionado al mundo cultural en EEUU: “Estamos pagando el precio del colapso de la cultura burguesa nacida en los 50”
Hace unos meses, los profesores norteamericanos Amy Wax y Larry Alexander (en la foto) , docentes de Derecho en las universidades de Pensilvania y San Diego, respectivamente, publicaban un artículo en “The Inquirer” titulado “Paying the price for breakdown of the country’s bourgeois culture” (“Estamos pagando el precio del colapso de la cultura burguesa del país”).
El texto ha provocado una profunda conmoción en los círculos culturales por las reacciones incendiarias que ha suscitado entre la extrema-izquierda intelectual que domina los campus norteamericanos (así como los europeos). Los autores del ensayo han recibido miles de correos electrónicos cargados de insultos y amenazas, se ha solicitado su expulsión de las cátedras, grupos de estudiantes han pedido su cabeza, han sido vetados en decenas de medios de comunicación, han sido objeto de ataques físicos y se ven imposibilitados de dar conferencias con un mínimo de seguridad…
**Amy Wax is the Robert Mundheim professor at the University of Pennsylvania Law School. awax@law.upenn.edu
Larry Alexander is the Warren distinguished professor at the University of San Diego School of Law. larrya@sandiego.edu

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